Habiendo concluido recientemente el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, me dispongo a hacer la crítica de una película que, si bien no entró a concurso en dicho certamen, sí que se ha estrenado ahora en Madrid en un lamentable espectáculo de difusión internacional. Me refiero a la secuela de ‘Excálibur’, un thriller que los expertos han calificado de drama surrealista, y que se caracteriza por tener un final tan épico como la primera película de la saga. ¿Qué decir de la nueva creación de Dimitri Nidecoña? Sin duda, es de esos metrajes que te atrapa: se te mete en el cuerpo sin saber cómo (quién sabe si por un mal sellado en el buzo o por la mano del destino), y ya no te abandona nunca.
El argumento es el siguiente. La bruja malvada, a través de
sus ayudantes, ataca a una doncella del lugar, cuyo único defecto consiste en
haber recibido una bola electrónica (a.k.a. e-bola) como regalo de los Reyes Magos
que llegaron, no se sabe si de Oriente o desorientados desde África o de
Alcorcón. Ella hubiera preferido que, puesto que eran magos, les hubiesen
regalado una espada. Porque contaba la leyenda que la vaina de Excálibur era
mágica y que proporcionaba protección sobre quien la portase, evitando que
fuese dañado o herido. Pero desgraciadamente se tuvo que conformar con la bola
electrónica. Como la bruja es envidiosa (le gustaría ir de safari como la
realeza, pero en su cacería solo se incluyen jaguares y canes), la toma con la
doncella porque esta tiene un juguetito que la bruja no domina. Para arrebatarle
su juguete, la secuestra y la mete en su garaje, que es un habitáculo
misterioso donde ocurren sucesos increíbles que ni la propia bruja conoce ni alcanzaría
a imaginarse. A partir de aquí aparecen una serie de personajillos, a cual más
grotesco, que en vez de auxiliarla, arremeten contra la dama, dando origen a
situaciones a todas luces surrealistas.
No pienso desvelar nada más, para evitaros el spoiler. Eso
sí, como misionero que me considero de la difusión del cine y otros
espectáculos, os recomiendo su visionado. Si sois de los que disfrutáis de las películas
en versión original, no dudéis en verla en las salas de urgencias de los
hospitales, y así podréis verlas con toda su intensidad y en grupos de adeptos
que se encierran durante varios días para analizarla. En definitiva, que esta
secuela de Excálibur no tiene excremento (perdón, desperdicio).