Hoy he tenido un fortuito encuentro con un habitante de la
tierra de los vascones. Esta es una tierra curiosa, cuyo nombre todavía
desconozco con precisión porque son numerosos los epítetos con los que se
califica y, los cuales, no son utilizados por todos y no parecen tampoco ser
completamente intercambiable. Dicen que influye hasta en la meteorología (o al
menos en la forma de entenderla). En fin…
No he podido por menos que preguntar a mi interlocutor si se
había librado batalla recientemente, a tenor de que se oía y se leían frases
que aludían a una contienda (“el vencedor de la jornada de ayer…”, “si tú no vas,
ellos ganan”, “es destacable la pérdida en votos…”). Pero para mi sorpresa, me
ha respondido que muy lejos de la realidad, que no es una batalla en el sentido
que yo conozco, de esas en las que existen dos frentes que causan bajas y
heridas sangrantes, sino un proceso electoral; aunque bien es cierto también
que no queda muy atrás en el tiempo y en el espacio cuando las heridas (algunas
con resultado de muerte) y los dos únicos frentes (en las zonas colindantes a esta tierra)
también estaban presentes.
-¿Quién gana y cómo lo hace entonces en este contexto?-le
pregunto.
Entonces he recibido una respuesta un tan desconcertante:
-Gana quien no se limita a expresar que ha resultado vencedor, sino que piensa que hay una parte que no ha ganado. Y en esto puede haber varios ganadores: ¡ojala que casi todos fueran ganadores siguiendo este presupuesto!
Y ha continuado:
-Gana quien sabe qué es lo que está en juego, y no es desde luego obtener un mayor número de representantes que permitan componer un gobierno de forma independiente o compartida, sino que lo hace con la responsabilidad de saberse la opción preferida por una mayoría de habitantes que han decidido acudir a las urnas, pero con el conocimiento también de que lo hace igualmente para todos y cada uno de los que no lo pensaban así en ese momento, y ganarse en el futuro la confianza de estos también;
-Gana quien aun siendo conocedor de haber obtenido un mayor número de votos o escaños que el resto de formaciones políticas, o incluso que ellos mismos en pasados comicios, sabe que: 1) hay otras formaciones políticas que también han obtenido la confianza de otros, y que una de sus cometidos es llegar a acuerdos con el resto de partidos, y 2) se cuestiona por qué hay un importante número de ciudadanos y ciudadanas que no han elegido ninguna opción;
-Gana quien relativiza su resultado y no lo compara con el resultado o encuesta precedente que mejor le vaya, sino que sabe leer entre líneas y quiere saber por qué algunos/as de sus votantes ya no siguen pensando que es la opción que mejor podría representar sus intereses.
-Gana quien se congratula de vivir en un estado democrático
donde todavía los ciudadanos del mismo pueden opinar y votar quién y cómo debe
gobernarles (otra cuestión es cómo luego lo gestionen o si se apartan de lo que
predicaron), en vez de que lo hagan unos señores de negro que mandan a otro
señor (o señora) para que mejor gestione el país para alcanzar unos objetivos
económicos diseñados desde la Unión Negrilandia (la tierra de origen de los
señores de negro de fuera).
-Gana quien entiende que representa a una sociedad plural, donde por más que nos empeñemos, no siempre vamos a estar de acuerdo, pero que sabemos que eso es bueno, si conseguimos finalmente a establecer compromisos y acuerdos mínimos, y que eso requiere hablar, y hablar, y hablar, y hablar,… y hacer uso de las palabras, expresión del lenguaje, el que sea que hablen los interlocutores, o los que sean (porque no siempre tenemos un único idioma de comunicación). Y por cierto, saber esto y querer poder hablar los idiomas que no se dominan, también nos hace ganar.
-Y gana una sociedad donde los políticos ganen en credibilidad y donde adquieran el sentido y motivación original, que no es otro que representar con ilusión, responsabilidad, y transparencia a aquellos que les depositaron su confianza.
-Incluso quien cree que ha perdido y abandona el timón también gana porque ello le permite a su formación hacer una reestructuración o porque devuelve una imagen de autocrítica (siempre necesaria, no sólo en este ámbito), que reconforta al ciudadano porque da credibilidad a la clase política por su nobleza.
Mi interlocutor de Vascolandia (acabo de convenir que voy a
designar así a la tierra de los vascones) parece estar exultante en su alegato
de las diversas acepciones de victoria en términos electorales. No obstante,
ello no me acababa de convencer.
-Sí, pero… ¿qué hace que unos pierdan más que otros?
-Que otros hayan ganado más que ellos—una respuesta un poco de perogrullo, pensé, pero continúa con su explicación sui generis.
-Mira, doctores tiene la Iglesia, y politólogos las cadenas televisivas, podríamos decir. A un lego como yo, y sin ánimo de exhaustividad, se le ocurren varias razones:
En primer lugar, estar en una posición gestora y ejecutora
es más complicado que opinar en la oposición. Sabemos que es más fácil criticar
qué no se acaba de hacer bien que hacerlo cuando tienes oportunidad y hacer la
cesta con los mimbres que tienes. La situación de crisis económica no ayuda (a
nadie), pero este principio no es solamente aplicable a tiempos de penuria. Así
que, cuando uno se pone a ello, puedo cometer algunos (o muchos) errores que se
achacaban antes a quien lo hacía. Y lo importante es aprender de los errores: detectarlos y aprender. Quizá la oposición no sea solamente quien nos mete el dedo en el ojo, sino representantes de aquellos ciudadanos y ciudadanas que no están de acuerdo con nosotros.
En segundo lugar, aunque cada vez resulta más artificial y poco
clarificadora la distinción “izquierda/derecha”, por eso de que el centro
empieza a superpoblarse (siempre podemos optar por “progresista/conservador” u
otras, aunque no es lo mismo), se ha atribuido una mayor capacidad crítica a
los votantes de formaciones que tienden hacia la izquierda, que a los votantes
de opciones de derechas. Aun sin saber si es cierta o no dicha aseveración, según
la misma, los votantes de izquierda desengañados tendrían más probabilidades de
dejar de votarles (o incluso cambiar su opción de voto a otra formación política),
que los votantes de derecha, quienes se frustrarían o enfadarían de alguna
manera pero seguirían votando de forma resignada. Creo que es lo que llaman una
mayor fidelización de voto.
Y finalmente, algunos tienen más probabilidades de perder por su mayor invisibilidad. No sólo tienes que tener un mensaje convincente, tienes que saber hacérselo llegar a la ciudadanía. Y si eres pequeñito o tu ámbito de influencia es limitado (por no tener los medios suficientes o por no estar lo suficientemente en los medios), posiblemente te pierdas en el inmenso lago. Si encima hay divisiones internas, unido ello a la poca capacidad de difusión del hecho, puedes encontrarte en la tesitura de que antiguos votantes que no han seguido de cerca tu trayectoria, se encuentren de repente que no saben a quién corresponden las siglas similares que hay en las cabinas electorales.
En cualquier caso, seguramente esté equivocado en mi análisis y alguien que es más experto que yo, o también
cualquier otra persona, te podría dar otras razones muy diferentes, quizá más
acertadas. Pero lo importante es que los más directamente implicados, nuestros
representantes se hagan preguntas. Es decir, que una acción tan individual y
concreta como es que un ciudadano o ciudadana deposito su voto (o incluso no lo haga), se traduzca a
otro nivel como una acción colectiva y simbólica que corresponde analizar a
nuestros representantes.
Después de semejante explicación, ni que decir tiene que
abandono las costas de Vasquilandia con una jaqueca impresionante, no provocada
en mi caso por la resaca electoral. Y parto hacia Gallegilandia, otra tierra
fascinante y singular cuyas aventuras quizá tenga a bien narrar en una ocasión futura.
¡Sielos! ¡Me ha parecido estar leyendo a Friedrich Nietzsche! ¡Ulises es un filósoso! Cuidadín con darle demasiado al tarro que al tal Friedrich se le fue la olla... ¿o fue por la sífilis? Bueno, no sé. Recomiendo profilaxis en cualquier caso XD
ReplyDelete¡Sorprendente y enorme post! Y yo que había creído entender que no volverías a escribir...
¡Un abrazo!
Gracias por el comentario, Jose.
ReplyDeletePobre Friedrich. Todos se quedan con la anécdota, en vez de con sus aportaciones. Me apunto lo de la profilaxis, por si me hiciera falta en las próximas décadas y me diera un arrebato de querer probar los placeres terrenales.
Sí, es verdad. Igual dejo aquí el blog. Total, no se notará mucho porque tú debes ser uno de los pocos que me leen. Si eso, ya te mando a ti directamente lo que se le ocurra a Ulysses y no ocupo más ciberespacio. ;-)
Ja ja ja. Hay una pestaña en el editor con las estadísticas; te apuesto a que te leen muchas más de las que crees.
ReplyDeleteVale, pues que me manden todos el email. Poniendo 5 en el mismo mensaje no me lo clasifica como spam, ¿no? ;-)
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