¡Qué entrañable es todo por aquí estos días! Oigo que la
Navidad es por estos lares una celebración de alegría, de buenas intenciones, de
buenas caras al vecino que odiamos, y sobre todo de regalos por doquier: del
jefe que odia a sus empleados, del pariente que odia a algún familiar, del
amigo invisible… Parece que todo el mundo celebra con júbilo el rito consumista
que brilla con lucecitas (ahora de "bajo consumo") en las calles.
En Vasquilandia observo que hay varios personajes que,
además de los citados donadores, son el icono de los regalos; vamos, los obsequiadores
por antonomasia. Me dicen que hay unos señores que vienen a camello desde
lejos: dicen que provenían de tierras prósperas aunque, si no tienen dinero
suficiente para arreglarse un vuelo en su jet privado, sospecho que la crisis es más seria
de lo que la pintan y no sólo se ceba con el Euro estos días. En otra época le
trajeron regalos a un niño cuyos padres, quienes le concibieron sin intercambio
de flujos, justo tenían para un pañal (menos mal que no desechable y de varios usos) y que tuvieron que hospedarse en un pesebre donde les daban un poco de calor
un par de animales sin capacidad de procrear (oh, wait! Que ya no es así:
pues nada, quitamos los animales. Podemos poner en su lugar al pastor con las
ovejitas, que aquí sí que habría un poco de… llamémosle, calor humano más
íntimo, aunque también estériles, como los otros bichos). Aquellos señores venidos de Oriente, unos reyes
llamados posteriormente magos (supongo que porque por magia o lo que sea, estos sí que mantenían su cadera intacta a pesar de tal azarosa travesía), se han convertido en uno de los iconos de la
ofrenda aquí en Vasquilandia, y a lo largo y ancho de Panderetilandia.
Otro personaje comúnmente mentado estas fechas en
Vasquilandia es un hombre de oficio carbonero al cual, según me han venido a
contar, han convenido en llamar Olentzero. Parece ser que, aunque de raíces
paganas, fue luego ganado para la causa de la cruz y cristianizado
convenientemente. Tenía morada en una de las propiedades que la Iglesia hábilmente
había registrado a su nombre, y donde le dejaban estar pagando un modesto
alquiler. A cambio también le pedían que una vez al año rellenara un papel relacionado
con cuestiones fiscales donde debía poner una cruz en una casilla donde se
referían a la Iglesia. Visto los credos y sectas que había por ahí fuera, pensó que era
el que le saldría más barato y empezó a repartir los regalos el día que habían
designado como el del nacimiento del niño de la pareja ecologista; ese al que
vestían únicamente con un pañal re-utilizable.
Total, que habiendo dos melones de la huerta dispuestos al buen
amor y al buen regalar, siempre ha existido la opción de elegir en las casas de
Vasquilandia: o bien Olentzero, o bien los Reyes Magos. Hay quien afirma que lo
del Olentzero es más práctico, porque permite a los infantes disfrutar de los
regalos cuando más van a poder jugar con ellos y más los necesitan. Con este
espíritu, este año Patxilo había confeccionado su lista y había pedido los
regalos a Olentzero, a fin de que los trajera antes de que acabara el año. Pero parece ser que finalmente los niños vascos estas Navidades se
quedan sin regalo en diciembre y tendrán que aguardar hasta 2013 para
recibirlo.
Ojalá que los Reyes Magos no se pierdan por el camino siguiendo
la estrella (con tantas en la iluminación de todas las ciudades, no sería de
extrañar) y traigan regalos para todo el mundo. Aunque me huelo lo peor: el oro
irá a casa de Díaz Ferrán y los niños y niñas buenos se tendrán que conformar
con un poquito de incienso y mirra para quemar en la próxima fiestuqui hippie.
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