Sunday, April 29, 2012

EspaÑa, aka PandeRetilandia, se escribe con “ñ” de engaño y con ERE de Rajoy


Erase una vez un digno ciudadano de Panderetilandia que se encontraba temporalmente fuera de su hábitat natural. Su vida no era ni más ni menos penosa que la del resto de conciudadanos de su noble patria, pero al menos no había perdido su casa en beneficio del banco, tenía salud suficiente y dinero para pagar un seguro médico privado, y había ahorrado lo suficiente en su trabajo sin contrato como camarero de fin de semana y durante los veranos. Por lo que decidió continuar con sus estudios pero fuera de Panderetilandia.

Una mañana se levantó con un dolor de cabeza descomunal: no sabía si era debido a los 25 Gin-tonics que había bebido el día anterior en compañía de una cuadrilla de extraterrestres o porque había estado intentando buscarle algo de sentido a las noticias de la prensa. Habida cuenta su mente objetiva y poco dada a creer en lo sobrenatural, se inclinó por la primera opción. Las noticias de la prensa hoy en día carecen de sentido (asumiendo que alguna vez lo tuvieron).

Se dirigió tambaleándose hacia el baño en busca de una pócima mágica que le devolviera al estado de semi-conciencia habitual. El tembleque se apoderó de todo su cuerpo, por lo que los botes de pastillas iban del aparador al suelo pasando brevemente por sus torpes manazas. Como si regalaran los medicamentos. Bueno, “que dicen que hasta ahora casi nos los regalaban”, pensó para sí mismo. Se tomó unas pastillas azules que había en el único botecito que había conseguido retener entre sus dedos. Como sabía que todo lo que tenía en casa surtía un efecto placebo, no le dio más importancia. El único problema fue que, al rato, le produjo una terriblemente dolorosa erección. Con un arrebato de pragmatismo, aprovechó para quitar del colgador una camiseta y ponérsela en el mástil para que se acabara de secar.

De vuelta a la cama para continuar con su ración de ‘lazy Sunday’, advirtió un bulto a un lado del catre. Continuó con su acostumbrado análisis racional: “a) será una convención de chinches que están muy juntitas; b) se tratará del burro que hay en el Chagall que tengo en la pared de la cabecera, c) o habré tenido la mala suerte de que un humano (o extraterrestre humanoide) se haya colado en mi cama en algún momento de la noche”. Golpeó suavemente pero con insistencia con su dedo índice izquierdo. Los gruñidos que provenían del bulto del lado derecho de la cama no sonaban ni a chinche ni a burro. Se diría que no parecían muy humanos tampoco, pero las palabras que siguieron al gruñido sonaban más a persona que a extraterrestre. ¡Y era él! ¡Era él! ¡O sea, era él! No sabía cómo había sucedido, pero estaba durmiendo en su cama, y no quería ni pensar que había podido pasar antes de dormir. De repente, reparó en cierta molestia que tenía al sentarse y de que había un par de gotas de sangre en su calzoncillo.

-¿Mariano?

-Sí, soy yo. Shhhoy tu padre…

-¿Qué hace en mi cama?

-He venido a cuidar de ti.

-¿Lo cuálo?

-Sí, tengo la responsabilidad moral de cuidar de todos los ciudadanos de Panderetilandia. Aunque no te lo creas.

-¿Y por qué no me lo iba a creer? ¿Tengo alguna razón para dudar de su palabra?

-No, eso digo yo.

-Y dígame, ¿también incluyendo a los que vivimos temporalmente en Breda?

-Sí, hay que empezar por Breda, para que nos dé suerte. Es un baluarte histórico.

-Pues se lo agradezco, don Mariano, pero es que yo hoy tengo que estudiar para un importante examen que tengo mañana en la universidad y no le puedo atender.

-¿¡Estudiar!? Pero si eso está demodé. ¿Tú no ves que aquellos que han conseguido los mejores puestos, es decir los políticos, y los que han ascendido en el escalafón social, esos que se han hecho famosos por acostarse con alguien más, no tienen estudios universitarios en un gran porcentaje?

-Sí, pero es que yo aspiraba a tener cierta base cultural, al margen de la profesión que desarrolle en el futuro. De hecho, también me planteaba dedicarme a la investigación.

-¡Chorradas! Un padre, aunque putativo como yo, debe velar por el bienestar y futuro de sus hijos. Y te digo que eso de la investigación no tiene futuro. ¿Tú no juegas bien al fútbol?

-Pues no.

-¡Qué jodienda! Pues algo alternativo tendremos que pensar; algo que no sea registrador de la propiedad. Hala, hablando de cultura, vamos a los toros a ver algún maestro desplegando su arte. Yo de joven, iba mucho. Bueno, y ahora de menos joven, también mucho IVA.

-No sé si en Breda encontraremos hoy ningún matador de este tipo.

-¡Qué contratiempo! Vayamos entonces a un coffee-shop de esos, antes de que nos veten la entrada estos europeos. No te puedes hacer una idea de la guerra que me están dando en Europa. Menos mal que les daremos matarile en la Eurocopa con “La Roja” y ahí demostraremos nuestro poderío. Fíjate que estoy por subvencionar los viajes a los partidos de la Eurocopa. Hablaré con Wert sobre el tema, que algún destino tendremos que dar a los presupuestos de su cartera. 

-De acuerdo, don Mariano. Pero haga el favor de retirar su mano de mi culo, si no le importa.

-No te hagas el remolón, que he oído que aquí en los Países Bajos esto de la homosexualidad no está tan mal visto. Y haz el favor de quitarte esa camiseta que llevas colgando de entre las piernas, que con eso sí que vamos dando el cante.

Y FUERON FELICES (NO ASÍ EL RESTO DE CIUDADANOS DE PANDERETILANDIA) Y COMIERON SANDWICHES DE QUESO.

Saturday, April 21, 2012

De tragedias griegas y otras lecturas para este abril


Por circunstancias ajenas a mi voluntad, ayer acabé cenando con una de mis amistades y una serie de amigos/conocidos/colegas que fue recolectando por el camino. Uno de ellos era un colega griego, quien nos puso en antecedentes de la tragedia griega, aunque no de las obras de Sófocles o Eurípides precisamente. Aquí había mucho rescate pero ningún héroe, aunque sí el mito caído de un país al que nunca pensábamos que veríamos así, cuna de la civilización moderna occidental.

Entre las diversas cosas que el cretense nos llegó a decir destaco aquella que hizo que mi huesillo de la risa se resintiera. Afirmó que nosotros no tenemos nada que temer, que Grecia ha sucumbido a la hecatombe porque carecía y carece de industria, y que sin un mínimo de inversión era previsible que el país (léase, los personajes de carne y hueso que lo habitan) pudiera sufrir lo indecible, como es el caso ahora. Así que, habida cuenta que la inversión a futuro marianista que están propugnando los dirigentes del país de la pandereta, quien escribe estas líneas no puede por más que respirar con alivio ante la halagüeña situación (por si acaso, para los que no estéis acostumbrados/as a mí, modo ironía “on”).

Hablaba el colega visitante también de lo desolador y fantasmagórico que resultan las instalaciones deportivas que se edificaron con un dinero que todavía existía (en algún sitio, supongo). Esas instalaciones fugazmente han dado un servicio de diversión de masas en la polis de Atenas, mientras que ahora es más común que las masas huyan de los polis en actos provocados no precisamente por la diversión del momento socio-económico del país. Ahora, no obstante, se erigen medio derruidas y abandonadas, huérfanas de padre y madre que las cuiden, y cual hermanas bastardas de las construcciones de la Grecia clásica. La diferencia más notoria entre el Partenón de la acrópolis de Atenas y estas instalaciones deportivas es que, mientras que el primero es admirado ahora y sus ruinas responden únicamente al paso del tiempo desde que se desarrollara aquella esplendorosa civilización, las segundas nunca han podido ser admiradas, y oriundos y extranjeros vuelven la mirada al signo de la decadencia de una época que quiere dejarse atrás cuanto antes. Retornando la mirada al país de la piel de toro, la mejor de las noticias es que Albertito gafotas, habiendo dejado la alcaldía madrileña, ya no insistirá en pedirle a los Reyes Magos-COI que le traigan el fuerte del Séptimo de Caballería-Juegos Olímpicos de regalo, lo cual siempre pensó que era de Justicia (desgraciadamente para los que antes no le padecíamos tan directamente, ahora impartirá justicia para todos: ¡manda eggs!).

Son tiempos para los griegos donde trágicamente han vuelto a una sociedad de hombres libres y esclavos. La mayor diferencia (platónica) es que los esclavos están todos en tierras helenas y los hombres libres, o al menos los filósofos y sabios, y por ende más capacitados para ejercer la política sobre sus conciudadanos (lo de “con” sobra, pero bueno), están en una zona más distal hacia el Norte (o incluso Noroeste), a varios Kilómetros de las fronteras griegas.

Por h o por b, estos días tenemos a los griegos más presentes también por estos lares, incluso el amigo Basagoiti ha hablado del personaje televisivo Homer, que no el griego original en que se inspira. (Perdón, ¿he dicho amigo? Bórrenme inmediatamente esa palabra, please). Y son días en los que cada vez está más presente en la mente de muchos ciudadanos el mito de Edipo: eso de matar al padre líder político para poder amar a la madre Estado de bienestar para abrazar sus cariñosos brazos de salud y educación.

Un último apunte en forma de mensaje esperanzador del visitante griego fue que no nos preocupáramos, que no estamos tan mal porque ellos están mucho peor. La segunda parte es cierta, la primera no parece la conclusión directa de la más trágica situación que padecen. Existe el dicho de que cuando veas la barba del vecino pelar, hay que poner la propia a remojar, pero yo le veo a Mariano reluciendo su barba bicolor sin intención alguna de hacer recorte ahí, mira por dónde. Otros recortes sí, pero no aquellos que de forma cabal llevan a un crecimiento sostenido del país, porque una cosa es ahorrar y otra cosa es inversión cero en el mañana. En fin, no le voy a dar ideas a nuestro máximo mandatario, no sea que utilice el argumento de que no somos los que peor estamos en un arrebato de incontinencia verbal y le dé por explayarse ante la prensa (si hasta ahora ha mostrado su rostro más lacónico ha sido porque estaba esperando para dar el mensaje adecuado).

Pues nada, a mí también me espera un fin de semana de mierda, pero como hay otros que están desempleados y han perdido la casa por impago, creo que no tengo derecho a quejarme, según dicen. No hay mejor estrategia de desactivar el enfado y el criticismo popular de las masas: como hay otros en peor situación que la de uno mismo, debemos estar agradecidos a los dioses del Olimpo.

Wednesday, April 18, 2012

¡Que no me voy a correr una juerga de fin de semana, vecino!

Son tiempos estos que corren (mejor, se arrastran cual reptil) en los que el paquete de leguminosas granuladas que el común de los mortales aspira a llevarse a la boca no lo venden en la tienda del barrio, sino que hay que ir a Alemania o a Finlandia a buscarlo. Ante tal circunstancia, nada me resulta más hilarante, pero por lo patético del asunto, que escuchar a los vecinos del barrio despotricar contra quienes se van a buscar el necesario producto al único sitio donde se lo proporcionan, cuando parecen sugerir que lo suyo sería quedarse esperando hasta que el tendero pudiera por fin abastecernos de nuevo. Por supuesto. Lo contrario sería un acto de felonía imperdonable. O expresiones refiriéndose a las ratas que abandonan el barco cuando está a punto de hundirse. ¿Y por qué las supuestas ratas deberían anhelar acabar en el fondo marino cuando tienen oportunidad de sobrevivir? ¿Hay alguna promesa de paraíso de huríes roedoras que me he perdido allá donde se encuentran las llaves (matarile, rile, rile...)?

Quien aborda el asunto del exilio obligado por cuestiones laborales como una traición a la patria, indudablemente sostiene la versión equivocada del relato. Maticemos. Cuando uno va a pasar el verano a Londres a aprender un poco de inglés y conoce gente mientras se bebe unas pintas con las libras ganadas sirviendo mesas, haciendo camas o cuidando críos/as, se lo puede pasar bien y tener cosas que contar a la cuadrilla a la vuelta. Cuando uno se va a pasar 12 días en julio a la Selva Negra, a Berlín o París, ve muchos museos, monumentos, parques, exposiciones, come en restaurantes y bebe jarras de cerveza, también se lo puede llegar a pasar bien y tener cosas que contar a los compañeros de trabajo a la vuelta (en la mayoría de los casos desbordando una excitación y entusiasmo exagerado, pero bueno). Pero cuando uno ya no tiene 22 años, sino diez más, y cuando el billete de avión/tren que compra no es de ida y vuelta, es de obligado cumplimiento desgranar la situación y buscar bien en el pajar para poder encontrar atisbos del concepto de diversión.

La cuestión básica es que en esos mundos paralelos que uno se monta al viajar de “churiguay” (léase, para un ratito), hay un contacto con la realidad local similar al de aquel límite de funciones, es decir tendente a cero. Hasta que uno no rebasa los lindes imaginarios del cogollo de la zona protegida de turista, es decir, esa parte de la ciudad en la que ya no vemos cada 5 minutos a alguien sujetando un mapa entre sus manos; no se pincha hueso: no llega a la verdadera city. Esa destacable zona que hay en todo enclave turístico donde no nos paramos a ver cada dos por tres un monumento señalado con un numerito en rojo en el mapa. Esa zona donde no hay amables dueños de restaurantes y bares que se esfuerzan notablemente en entender nuestro ininteligible inglés, francés o alemán. Esa zona por la que no pasa el autobús de sightseeing, sino un urbano cuyo conductor no nos entiende ni tiene humor para hacerlo. En definitiva, esa zona de la ciudad que no gira alrededor nuestro cual satélite del planeta yo-estoy-de-visita.

Con un ligero ejercicio de imaginación, espero que no sea mucho pedir para algunos, es fácil recrear esta escena. Ir por la mañana a trabajar y pasar allí unas cuantas horas; parar para comer algo que sabe a… bueno, a lo que sea que sepa (mejor no preguntemos a qué); irse corriendo a las clases de alemán, finés o sueco para ver si te enteras cada vez un poco más de lo que te dicen; llegar a casa reventado después de tener todos los sentidos activados para entender cómo funcionan las cosas en general; prepararte la cena mientras ves fútbol en la tele porque lo de correr detrás de un balón parece ser un idioma universal y es lo único que pillas todavía en ese endiablado idioma. Obsérvese que he omitido deliberadamente el proceso de encontrar un piso de alquiler y la firma de su contrato, así como otras cuestiones burocráticas de registro como residente en la ciudad/país de acogida. Y no por nada especial; sólo por no hacer más tedioso este ejercicio de imaginación que supondría a algunos. Bien, esta historia puede continuar al cabo de cuatro meses, cuando llega una visita para pasar unos días de vacaciones en tu nueva ciudad y te pregunta: ¿dónde puedo ir para pasármelo bien, hacer compras, conocer gente maja, tomar una cervecita en un sitio cool y conseguir entradas de fútbol del equipo local? Entonces, como única respuesta aparece un encogimiento de hombros y una reflexión desconcertante asomada desde el interior: “Anda, pues ahora que lo dices, no lo sé. Es que todavía no he tenido tiempo de pasármelo bien.”