Monday, December 3, 2012

Lo que le han guindado a De Guindos o ‘El Lazarillo de Tormes’ se escribió ayer



Mi parada obligada en Panderetilandia ocasionada por una reciente falla en mi navío, me está haciendo adquirir una nueva identidad cultural. Cada vez me siento menos extranjero en esta tierra y comparto parentesco con el que debiera ser nombrado hijo prodigo de la patria: el imberbe Lazarillo de Tormes. Esta es tierra donde puedes robar panderetas con Parkinson sin riesgo de que te enchironen, porque en verdad es éste oficio ampliamente extendido por estos lares.

La inocencia que otrora tuve, ahora la pierdo al tiempo que me voy relacionando con los lugareños. Me he acompañado de pequeños trabajadores autónomos que declaraban la mitad de sus ingresos y de propietarios que gustosamente aceptaban sus ofertas de “te quito el IVA”; de vendedores e intermediarios inmobiliarios que te vendían una parte importante del inmueble “en B” y de alegres compradores que aceptan el status quo; de adultos con sueldo respetable (no Lázaros del lumpen) que te contaban de manera ostentosa, y pavoneándose de ello, cómo hacían un ‘sinpa’ en un bar o se colaban en el metro/tren sin pagar; de honorables ciudadanos que afirmaban, no sin cierto orgullo, que no hacían la declaración del impuesto sobre la renta; en resumen, de gente como tú y como yo que se empecinaban en demostrar que en este país en el que actualmente hallo morada, la picaresca sería central en una novela costumbrista actual.

Y así observo, en mi calidad de foráneo, que muchos que fueran admirados por sus habilidades en el deporte, arte, finanzas, etc. en Panderetilandia, de alguna forma también lo han sido por su destreza en evadir el fisco, ya que a todo pichichi alguna vez le ha gustado guindar y presumir de ello. Y en estas circunstancias debería resultar extraño comprender por qué ahora le sienta tan mal a mucha gente de dicho país el hecho de que las Islas Caimán den cobijo a adinerados y adineradas conciudadanos. Por lo que voy leyendo en la historia y la literatura de este país, parece que han sido muchos años, e incluso siglos, de alimentar una sociedad erigida en una moral evolutivamente inferior según el planteamiento teórico del desarrollo moral de Kohlberg; es decir, ‘hago lo que hago y me parece bien mientras no me pillan’, como el niño de moral heterónoma y motivación puramente hedonista (y también egoísta) que comería el pastel cuando no mira su padre/madre y que siempre necesitará de un ente externo para regular sus actos morales.

Así que ahora quejarse de la poca recaudación que llega de la amnistía fiscal (sólo 12.000 millones de Euros, menos de la mitad de "lo previsto": ejem), no deja de sonarme un poco a milonga, cuando todos y todas (vale, o muchos de nosotros) fuimos un poco caimanes e hincamos el diente a cierta escala y nos pareció estupendísimo de la muerte choricear aunque en menor medida. Me resulta diáfano que, o se cambia la visión del héroe hispano o auguro la próxima realización de una serie televisiva pseudohistórica de Panderetilandia como continuación natural de 'Cuéntame', esta vez en base a las andanzas del pobre Lázaro y sus desventuras.


3 comments:

  1. Desde un punto estrictamente moral y socioeconómico, Lázaro es un puto héroe: un hombre al que las dificultades no le arredran, un emprendedor nato, un alma creativa y lúcida, alguien capaz de crear donde no existe, de elucubrar siempre y en todo lugar, de exigir su cacho de paz y ganárselo a través de su ingenio, de su perspicacia, de su insaciable deseo de estar y permanecer vivo.

    El hijoputa es el ciego.

    Panderetilandia, ese país que con tanta vehemencia se desprecia aquí, es un país de lázaros, un país donde, diablos, sí, se tanga un poco y siempre que se puede. ¿Pero acaso no es un deber moral irrenunciable para todo hombre y mujer libre sisarle un poco al puto estado expropiador? Nadie que se precie de estar de pie en el mundo, de albergar en su interior un gramo de dignidad, puede evitar alzar la bandera del liberalismo, del libertarismo, de la puta libertad a secas.

    El Lázaro panderetilés es el aristotélico justo medio entre la devastación moral del griego que roba hasta la calderilla del pobre que pide en la puerta de la iglesia y el exceso legalista del alemán medio, capaz de denunciarte a la policía porque una de las ruedas de tu coche aparcado pisa levemente la línea amarilla.

    Así que un respeto, joven. Un respeto a los miles y miles de panderetileses que cada día se levantan, cada día se remangan y cada día, a pesar de todo, encaran la vida con la puta sonrisa en los labios que esa vida no se merece. Hablo de la limpiadora que encadena cuatro curros para ni siquiera conseguir un sueldo medianamente digno; hablo de la peluquera que sonríe y da palique incluso a la más borde de sus clientas; hablo del pavo que, sin faltar un solo día, lleva diez años barriendo mi calle; hablo de ingeniero que no pega ojo intentando pergeñar una idea revolucionaria que le saque de pobre y, de paso, cree veinte o treinta puestos de trabajo; hablo del investigador que, ¡oh, sorpresa!, investiga y realiza hallazgos valiosos; hablo del camarero de derechas que se encara a la policía porque, qué cojones, lo cree de justicia en ese preciso momento; y hablo, por qué no, de ese antidisturbios que le calienta sin miramientos los riñones al veinteañero protestón y da, así, bellamente por terminada una época de inocencia y candidez que ya llevaba unos cuantos años viniéndole pequeña al veinteañero en cuestión.

    Lázaro somos todos, sí. Gracias a Dios.

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    1. Gracias por tu mensaje, Txoni Rotten. Estoy de acuerdo con algunas cosas que dices y con otras no.

      Me queda claro que no me he expresado de manera acertada, porque mi crítica no iba hacia los Lázaros sino hacia los ciegos, que sí, son los que son los hijoputas. La cuestión es que veo ese romanticismo de la lucha por la supervivencia de Lázaro que alabas en tu alegato y puedo compartir contigo que sus acciones son loables para permitir vivirle en el mundo en que vive. Pero son los ciegos y otros señores quienes, sin encontrarse en una situación de desprotección tal se empeñan en generar un clima de podredumbre y miseria moral. Y la enseñanza que aprende Lázaro le sirva para sobrevivir, pero imagínate que le tocara la lotería, que tuviera un puesto de responsabilidad en una empresa o un alto cargo político que no hiciera que su existencia peligrara: ¿crees que dejaría el pillaje? Ahí creo que reside el problema: en vivir como si estuviéramos en época de postguerra y comernos hasta las servilletas en los lunch de la empresa, en gorronear sin necesidad en las exposiciones donde te dan un pintxo. Esos no son lázaros: no son limpiadoras que encadenan cuatro curros para conseguir un sueldo medianamente digno; no son peluqueras que tienen un sueldo justito; no son barrenderos que están día a día al pie del cañón.

      Por eso decía en mi post que no hablaba del Lázaro del lumpen; me refería a aquel que tiene un sueldo neto de 2000-3000 Euros mensuales y hace la gracia de no pagarle un pote al tabernero. No te engañes: éste no es el “puto estado expropiador”; aquí el que sufre pérdidas es un pequeño empresario hostelero o, si me apuras, el empleado que te ha servido y a quién le hace pagar el dueño cada cliente que se va sin pagar. De igual forma, cuando tienes un sueldo que te permite vivir con comodidad, leer toda la prensa en Internet sin comprar un periódico o descargarte libros sin pagarlos, no es un acto de rebeldía contra el “puto estado expropiador”. No lo es porque son unos periodistas o unos escritores que ganan su sueldo normalito los gravemente perjudicados (amén de también editores o directores del periódico). Y es que si la crisis achucha, son aquellos a los que les dan la patada.

      Yo personalmente no quiero vivir en un mundo en el que el vecino me tenga que denunciar; quiero vivir en un mundo en el que si consumo un servicio, el que sea, y tengo los posibles para hacerme con ese producto, no tenga que librarme de ello. Que nadie me lo diga; que yo me sienta mal porque me parece injusto, igual que me lo parecería si lo hicieran conmigo. Y quiero vivir en un mundo en el que Lázaro haga lo que pueda por subsistir, pero que aprenda que cuando ya no necesite ser un picaruelo, puede adoptar otro modus vivendis. El problema, joven, es que en Panderetilandia muchos dejaron/dejamos de tener la imperiosa necesidad de hacer lo que fuera para obtener un mendrugo de su amo (por la frescura de su escritura deduzco que Vd. tampoco vivió la postguerra), pero es que no nos hemos dado cuenta todavía, y claro, así nos va.

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    2. Ah, Txoni Rotten: Un último apunte. Dentro de ese “estado expropiador” que Vd. menciona, creo que es conveniente distinguir entre, por un lado, el que se aprovecha de ostentar un cargo público y embolsa en su cuenta particular dineros que no le corresponden (es decir, el choriceo de algunos de nuestros mandatarios), y por otro lado, la recaudación pública que hace que entre todos podamos sostener un sistema más igualitario y que permita tener servicios educativos, sanitarios, etc. a ciertos sectores de la población que no pueden permitirse pagar servicios privados. Y esto último creo que hay que cuidar. En mis viajes allende los mares, he tenido la oportunidad de vivir en mis carnes en CountryNumberOne-landia la experiencia de poder quedarte tirado a la puerta de urgencias, no importa lo grave de tu dolencia, hasta que un seguro privado autorice y certifique el pago de la asistencia (pero no todo el mundo puede permitir pagárselo). Podemos jugar al insolidario juego de quitar todos los impuestos y que sobreviva el que pueda. Entonces, esos Lázaros que mencionas, los verdaderos héroes que luchan por su supervivencia, se morirían a la puerta de los hospitales. Y eso tampoco, ¿no?

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