Wednesday, May 1, 2013

Emak Bikia: El intenso placer de la renovada repetición



Recientemente me tocó ejemplificar el concepto “primero” en mis clases de español para extranjeros. Y hoy, siguiendo un principio de (des)orden, me viene a la mente el significado de “segundo” en una de sus acepciones. No me interesa tanto el quedar segundo (o ser un segundón) como el valor de realizar algo por segunda vez. La repetición buscada. Y suele suceder que cuando admiramos algo por segunda vez no encontramos —ni siquiera buscamos— esa repetición. Se desvela una nueva visión y se descubre un nuevo placer en ese encuentro. En esos libros que no se agotan en su primera lectura. En la canción que no nos cansamos de oír. En la imagen que nos devuelve sensaciones diferentes cada vez que la observamos. Y en la película que los sentidos nos reclaman un nuevo visionado.

El ejemplo más claro de ello es ‘Emak Bakia Baita’, la película de Oskar Alegría. Y ello puede constatarse en el numeroso grupo de integrantes de ‘Emak BI-kia’, aquellos que disfrutan nuevamente de algo que pueden encontrar en el film, y entre los que me incluyo. Algo particular y diferente en cada caso, pero que le da un valor añadido a la película. Fui testigo e invitado de excepción de la fundación del grupo. Y aquí resumo una breve crónica de lo acontecido.

Todo tuvo lugar una tarde-noche en el año dos mil y pico después del nacimiento de un conocido de Brian. Los integrantes del recién surgido grupo ‘Emak BI-kia’ hicieron lo que todos los vascos que se jacten de serlo. Organizaron una reunión fundacional del grupo, se repartieron cargos sin relevancia alguna tras mediar una discusión acalorada, y al término de la misma cada uno seguía más enrocado en sus posturas previas si cabe. Después, ya conscientes de la imposibilidad de llegar a ningún punto en común, tomaron las calles de la ciudad de la magdalena o Magdalena-ville y se dieron a las tres cosas que un vasco indefectiblemente hace los fines de semana con fruición, por este orden: comer, beber y quejarse de que lo único que hace es comer y beber. Cinco gin-tonics más tarde, y con cinco grados menos de dignidad, el panorama era desolador. Los pocos representantes del grupo que quedaban en pie daban muestra de la involución de la estirpe vasca: alguno hacía algún ligero movimiento de hombros de izquierda a derecha que cualquier etnólogo (con “t”) se resistiría a calificar como baile; otro torturaba los oídos de una incauta que tuvo la terrible ocurrencia de pedirle papel de fumar; el resto se desgañitaba aullando con el karaoke del bar, sin reparar que lo que se mostraba en la pantalla de la tele era una peli sueca de autor con subtítulos en inglés.

Finalmente, alguien hizo la pregunta de la noche: ¿oye, de qué nos conocemos, Patxi? Hombre, de Anoeta, ¿no? Peña Bikiak nos llamamos, pues. ¡Joder, qué poca memoria tenemos en el grupo! Y Patxi empezó a hablar, con ese discurso atropellado pero al mismo tiempo certero de un borracho inquieto. Con la lengua que se tropieza en cada bordillo del labio, pero sin magullarse. Con la mirada inquieta tras el foco que se mueve al son del viento enfocando una vaca disecada sobre el verde.

Y antes de retirarse a casa, Patxi contó a sus compañeros de peña realista que recientemente había soñado con princesas rumanas. En su sueño los cerdos de esa granja permitían que algo que caminara sobre dos pies no fuera un enemigo. Cerdos que, al despertarse, no se habían convertido en ratones de cuento, sino que seguían siendo los mismos cerdos gregarios cuya vida tenía sentido en comunidad. Y las bellas parisienses soñaban y despertaban generando un efecto con sus párpados en quienes les observaran que… que quizá, en otro lugar, las lágrimas no estuvieran cerradas en un sarcófago de momia milenaria, sino que a pesar de los años se mantuvieran en la memoria de piedra de algunas casas, o en las piedras bajo el mar. Y que realmente despertaran para que alguien con su cara maquillada todavía hiciera sonreír y para que pudiera contar los pájaros que vuelan libremente en ese mundo. En un mundo donde el azar todavía tiene mucho que decir en el patrón de búsqueda (de comida) de algunos animalillos salvajes del bosque. Y en el sueño de Patxi quizá nosotros no seamos otra cosa que esos animalillos.

Eta hau hola ez bazan, sar nazatela kalabazan.

P.S.: En una frase: lo único relevante de este post más caótico que nunca es que, si no has visto ‘Emak Bakia Baita’ ('La casa Emak Bakia'), que sepas que te estás perdiendo algo.

2 comments:

  1. Pues ya has conseguido que lea sobre ella y vea el trailer, sólo sabía de su existencia por una mención en la radio, y creo que sí me pierdo algo si no la veo entera.
    ¡Gracias!

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